lunes, 4 de junio de 2012

Federer VS Isabel II


Hoy fue el desfile de la Reina de Iglaterra, a través del río Támesis. Todo coincidió con mi turno de trabajo, y con el partido de Roland Garrós en París, que enfrentaba a R. Federer y Goffin. La verdad es que este año me re entusiasmé con el tenis, porque en el trabajo tenemos un gran TV sin volumen para los clientes, al cual acudo cuando no hay nada para hacer. Descubrí que ver un partido de tenis puede ser alucinante. Hoy domingo, contábamos con que no íbamos a trabajar mucho, entonces me mentalicé con que iba a ver mucho tenis, y a beber mucha agua con limón. Justo enfrente de la TV, se acomodaron en una mesa para seis, cuatro ingleses e inglesas. Perdón, mejor vamos a decir dos ingleses idiotas, y dos inglesas estúpidas. Explicaría el porqué, pero es que en este caso es muy complejo. Eran idiotas por muchos motivos. Confíen en mí. Eran completamente estúpidos.
Federer empezaba a jugar, y yo me empecé a entusiasmar. Ojeaba lo que mis clientes hacían, pero tenía margen para mirar el partido.
Aprovechando un cambio de set, me acerco a la mesa de los idiotas para atenderlos. Uno de ellos (con el cual antes habíamos entablado conversación), me dice, haciendo referencia a la TV:
_Ustedes, en Argentina, ¿tienen esto?
Yo lo miré un poco extrañada, y contesté,
_Claro, en Argentina también se juega al tenis.
Por un momento, al contestar esto, pensé que el idiota era incluso más idiota de lo idiota que yo pensaba que era. Entonces reaccionó,
_No, no, me refiero a la Reina.
Entonces, confusa, me di la vuelta para mirar la TV, y mi manager, bajo sugerencia de los idiotas, había cambiado un gran partido de tenis, por la retransmisión de la Reina de Inglaterra saludando a la gente que la observaba desde las orillas del Thames River. Entonces me giré al idiota:
_ Afortunadamente no. Aunque también tenemos cosas malas.
Y me fui con los platos a la cocina, dándome atropelladamente cuenta de la cagada que me había mandado.
Había, literalmente, con todas las letras y en mayúsculas, desde mi posición de argie (como acá llaman despectivamente a los argentinos), insultado el reinado inglés, en la cara, a cuatro ingleses (idiotas).
Entonces ya no tuve que seguir fingiendo simpatía cuando había quedado muy clara mi postura antimonárquica, o más, antimonárquicainglesa.
 Me avergoncé, porque es algo que nunca hubiera hecho si hubiera tenido todos mis sentidos despiertos. De todas formas, y con suerte, el idiota no captó mi acento, y no me entendió.

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