Hoy fue el desfile de la Reina de
Iglaterra, a través del río Támesis. Todo coincidió con mi turno
de trabajo, y con el partido de Roland Garrós en París, que
enfrentaba a R. Federer y Goffin. La verdad es que este año me re
entusiasmé con el tenis, porque en el trabajo tenemos un gran TV sin
volumen para los clientes, al cual acudo cuando no hay nada para
hacer. Descubrí que ver un partido de tenis puede ser alucinante.
Hoy domingo, contábamos con que no íbamos a trabajar mucho,
entonces me mentalicé con que iba a ver mucho tenis, y a beber mucha
agua con limón. Justo enfrente de la TV, se acomodaron en una mesa
para seis, cuatro ingleses e inglesas. Perdón, mejor vamos a decir
dos ingleses idiotas, y dos inglesas estúpidas. Explicaría el
porqué, pero es que en este caso es muy complejo. Eran idiotas por
muchos motivos. Confíen en mí. Eran completamente estúpidos.
Federer empezaba a jugar, y yo me
empecé a entusiasmar. Ojeaba lo que mis clientes hacían, pero tenía
margen para mirar el partido.
Aprovechando un cambio de set, me
acerco a la mesa de los idiotas para atenderlos. Uno de ellos (con el
cual antes habíamos entablado conversación), me dice, haciendo referencia a la TV:
_Ustedes, en Argentina, ¿tienen esto?
Yo lo miré un poco extrañada, y
contesté,
_Claro, en Argentina también se juega
al tenis.
Por un momento, al contestar esto, pensé que el idiota era incluso más idiota de lo idiota que yo pensaba que era. Entonces reaccionó,
_No, no, me refiero a
la Reina.
Entonces, confusa, me di la vuelta para
mirar la TV, y mi manager,
bajo sugerencia de los idiotas, había cambiado un gran partido de
tenis, por la retransmisión de la Reina de Inglaterra saludando a la
gente que la observaba desde las orillas del Thames River. Entonces
me giré al idiota:
_
Afortunadamente no. Aunque también tenemos cosas malas.
Y me
fui con los platos a la cocina, dándome atropelladamente cuenta de
la cagada que me había mandado.
Había,
literalmente, con todas las letras y en mayúsculas, desde mi
posición de argie
(como acá llaman despectivamente a los argentinos), insultado el
reinado inglés, en la cara, a cuatro ingleses (idiotas).
Entonces ya no tuve que seguir
fingiendo simpatía cuando había quedado muy clara mi postura
antimonárquica, o más, antimonárquicainglesa.
Me avergoncé,
porque es algo que nunca hubiera hecho si hubiera tenido todos mis
sentidos despiertos. De todas formas, y con suerte, el idiota no
captó mi acento, y no me entendió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario