miércoles, 13 de febrero de 2013

terminemos

Me senté a pintar, y diez minutos después pensé que estaba haciendo una cagada. Que me iba a quedar un borrón. No veía nada con claridad. Boceteaba por arriba, me iba para abajo. Y no lo veía, me desanimaba. Aún así, seguí… de terca no más (ya empecé, no voy a abandonar ahora). Agarré los pasteles y empecé a rellenar sombras y luces. Y me empecé a divertir. De a poquito pensaba que después de todo, los trazos estaban creando algo hermoso. Hora más tarde me sorprendí a mí misma, viendo que el conjunto de borrones y claridades me habían dado un buen resultado. Me gustó. 
Entonces pensé que la vida es más o menos igual. Vas haciendo y deshaciendo, y caminás y te perdés, y a veces parece que todo es un borrón, que ni las sombras ni las luces tienen sentido. Pero pasado el tiempo, cuando hicimos mucho, quizás ya cuando somos viejitos, empezamos a ver que todo en conjunto es un resultado significativo. La diferencia está en que no todos en la vida sabemos dibujar, o que al menos nos divertimos intentándolo. Y existe la probabilidad de que, cuando terminemos el dibujo que intentamos hacer durante la vida, nos demos cuenta de que es una soberana porquería. (Pero claro, igual, ya empecé, no voy a abandonar ahora).