Mirá. Por allá quedó
Londres. En el 2011. Sus calles nubladas y veredas auténticas. Lluvias
indecisas y sandalias desubicadas. Bicicletas de alquiler y colectivos-aviones.
Camas apiladas en hostels de acá y de allá, con gente de acá y de allá. Algunos
botes a la vera del río. El sol rebotando tímido en masas de pastos bajo la
helada. Las hojas naranjas en el suelo y en el aire. El frío asesino en mi
nariz a bordo de una bicicleta sin frenos. Los clientes de los restaurantes
donde trabajé. Algunos amores, varios amigos e infinidad de gente con la que
charlé. Vito, tan sexy. Kostas, tan verde. Sybilla, tan fuccia. Signe, tan
dulce. Ester, tan política. Javier, tan peruano. Shimi, tan madre. Carla, tan
amiga. Y quedó un grupo de italianos con los cuales jugaba al futbol.
También quedó el
humus, y los motivos de mi veganismo. Quedaron fotos especiales. Quedaron los
senderos verdes y grises por los cuales caminaba para oír el silencio y ver la
oscuridad y sentirme acompañada en la soledad absoluta. El cementerio.
Quedaron los
colores empapados de un cielo gris. Quedaron los recorridos de casa al trabajo
y viceversa. Quedaron las caminatas sin rumbo por la ciudad. Quedó el
sentimiento constante de estar descubriendo algo único. Quedó Covent Garden y el
cine de la cual era clienta habitual. Juntito al Barrio Chino, donde también
fui clienta habitual.
Quedaron la infinidad de luces navideñas en todas las
calles centrales. Quedaron tantas calles caminadas. Quedaron dos navidades,
algo allá, algo en España y algo en Argentina vía mensajes electrónicos. Quedaron
tus mails y el amor. Quedó Starbucks y mi café sagrado. También quedaron tantas
botellas de vino y algunas lágrimas.
Quedó ese frío. Esos árboles. Una luz
matutina tan auténtica. Quedó Matt. Mi dormitorio y el rincón de pintura. Quedó
la ventana que tanto me inspiraba… ¡tantas vidas inglesas detrás de las
ventanas! Quedó la pared de collage que creé y desarmé cuando me fui. Quedó mi
mate, bajo custodia. Quedaron las noches de cine.
Quedé yo. Quedó todo
un año de yo.
Mirá, por acá quedó
Londres. En el 2013. Por alguna parte de mi cuerpo, cerca del estómago y el
corazón, que ahora ronronea pidiendo no se qué.
Ya no me acuerdo que
quise irme. Solo siento que quiero volver.
Quizás a buscar todo
el yo que dejé.