Al
señor que diseña los asientos en la compañía Megabus,
Desde mi
humilde opinión como viajera, posición desde la cual mi parecer a
usted debiera interesarle, me encantaría hacerle saber alguno de mis
pensamientos. De hecho, no sólo me encantaría, sino que se me hace
imposible de evitar.
A usted
cuando una compañía le encarga el diseño de un asiento, le explica
las características del autobús, el espacio con el cuenta, a qué
tipo de viajero se enfrenta, los servicios que da la compañía, y
supongo que un etcétera. Pero comencemos por estos, que son los que
me interesan.
Megabus,
compañía de autobuses que da servicio de bajo coste de viajes de
larga distancia a nivel europeo y en EEUU (entiéndase viajes largos,
como por ejemplo, de nueve horas) tiene como clientes habituales
estudiantes y jóvenes licenciados en paro o a veces con un sueldo
mínimo (es decir gente jodida económicamente). Dispone de trece
metros de largo y seis de ancho (libres, es decir, disponibles
solamente para los asientos) en los que debe colocar quince filas de
cuatro asientos cada una (se sobrentiende que debe haber un pasillo,
por el cual moverse a través del colectivo). Y si no se
sobrentiende, sépalo.
Imagino que
ustedes tendrán modelos, ya diseñados. Entiendo, pero ¿en qué
momento se diseñaron tan erróneamente, esos asientos? Entiendo que
los hizo un gran hijo de puta, que se acababa de levantar, de muy
mala onda, y dijo “así está bien”. Y todos los hijos de puta
que vinieron detrás ni siquiera se plantearon cuestionarse si dichos
asientos se podían o no mejorar. Porque “el señor mala onda,
aunque de mala onda, es muy bueno”. Y así, sesenta años después,
la gente hace largos recorridos en autobuses de asientos incómodos,
cuando podrían ser muy cómodos.
Quiero
ofrecerles mi consejo. Es muy humilde, pero no tardarán mucho en
leerlo. Incluso creo que tampoco tardarán mucho en cuestionarse si
los asientos que tienen son o no son realmente mejorables.
En primer
lugar, sus asientos son reclinables. Perfecto. Me parece perfecto. En
viajes de largo recorrido la gente duerme, y necesita relajarse, por
ende, es un acierto enorme que el asiento se incline hacia atrás.
Pero podrán ustedes notar, que cuando uno reclina el asiento, el
dicho se mueve hacia atrás, cinco grados. Digámoslo claramente:
nada. Se podría incluso decir que los asientos no son
reclinables. A mi, me parece que la diferencia de coste entre
fabricar una rosca que recline el asiento cuarenta grados hacia
atrás, en lugar de cinco, es exactamente lo mismo. Si hablamos de
espacio, puede que encontremos un problema, porque obviamente, detrás
tenemos una persona, por tanto el asiento no puede reclinarse
interminablemente. Entiendo. Pero estoy segura de que podemos
encontrar un punto medio, en el cual tanto el viajero de delante como
el de detrás (que no quiera reclinarse), puedan estar completamente
cómodos. Ambos viajeros, de delante y de detrás, lo agradecerán.
En segundo
lugar, podemos hablar de la curvatura del respaldo. Está mal hecha.
Así de simple. Creo que ustedes no estudiaron la columna vertebral
humana. O lo hicieron muy mal. O al fisioterapeuta o kinesiólogo (o
el experto que proceda) que contrataron, no estudió nada en la
universidad, se hacía siempre machetes y pasaba los exámenes sin
saber de lo que hablaba. ¿por qué, la parte donde reposa la cabeza,
sobresale hacia adelante, provocando que el cuello humano se curve de
forma cóncava, y por tanto, nunca se relaje? ¿Por qué la parte
donde reposan las lumbares es cóncava, de manera que también
nuestra columna se retuerce? Si juntamos que la parte de la cabeza
sobresale, y la parte de la espalda es cóncava en lugar de convexa,
están ustedes, señores profesionales, empujándonos a convertirnos
en bichos bolita. Entiendo que la diferencia de precio entre hacer la
curvatura de una forma o hacerla de otra, es completamente nula.
En tercer
lugar, el propiamente dicho asiento, es decir, donde se apoyan nalgas
y muslos, está hecho para gente enana. Y miren que yo mido ciento
sesenta centímetros o ciento sesenta y cinco, no más. Me cabe un
cuarto de mis extremidades inferiores, de manera que el resto cuelga.
Así, el borde del asiento hace presión en la parte media de mis
muslos, y los pies se me acalambran porque la sangre no me circula.
De esa manera se me hinchan, porque la sangre se acumula, y las
zapatillas me molestan enormemente. Y las normas del autobús no
dejan que me las quite. Por tanto, además de provocarme varices, me
obligan a infringir.
En cuarto
lugar, y creo que último, (ya que no quiero pasar la línea de lo
pedante, además de que ya con estos cuatro puntos, el asiento mejora
ampliamente la calidad), el material es totalmente desacertado.
¿Tapiz? Tan poco higiénico y tan jodidamente caluroso en verano...
En fin. Puedo entender que en este caso, el precio juegue un papel
muy importante. Y tampoco puedo aportar opciones porque desconozco.
Contraten a alguien que sepa. Contraten a alguien tan apasionado por
las telas, que pueda recomendar algo novedoso. Incluso podrían ser
los primeros en incluir algo bueno que nunca nadie haya hecho antes.
Y el mundo los conocería como “Megabus, los que innovaron
en asientos después de sesenta años de estancamiento”. Y los
viajeros del mundo los amarían.
Gracias,
desde ya, por la lectura,
yo y miles
de viajeros se lo agradeceremos.
Piénsenlo,
lo que es bueno para nosotros, es bueno para ustedes. Deberían
creérselo, es muy cierto.
Gracias
otra vez,
atentamente
Alguien