martes, 24 de enero de 2012

Tengo ganas...


Tengo ganas de sentarme, y tomar mate toda la tarde, con amigos. Y que entre el solcito por la ventana. Y comer galletitas, o en el mejor de los casos, facturas. O agarrar el monederito para ir a comprar unos miñones, y jamón cocido, y queso, para hacer unos sanguchitos. Y decirle a panadero “Buenos días”.

Tengo ganas de salir por la puerta sin bolso ni campera. Subirme a la playera amarilla e ir a la casa de mi abuela. Jugar unas cuncas, tomar unos mates muy dulces -aunque sólo le gusten a ella- y escucharla decir “tirame una linda tamarita”.


Tengo ganas de que se hagan las siete de la tarde, y, cansada y mugrienta por la Escuela nº7, Inglés, Teatro, Conservatorio de Música, Centro de Educación Física nº12, subirme a la bicicleta para volver a casa. Y que diez metros después, Negrita me pare para darme fruta fresca, y “muchos cariñitos a la familia”.

Tengo ganas de atravesar la ciudad, y ver a las abuelas en la vereda tomando el fresco, y a los nenes jugar a la bolita en el cordón de la calle, y a las nenas al elástico -o de vez en cuanto a la soga- y ver fititos blancos, azules, amarillos y colorados. Y pasar las calles sin miedo y sin tener que mirar a la izquierda o a la derecha.

Tengo ganas de llegar a Las Tejas y ver a Celeste a través de la ventana del living, viendo televisión, y cruzarme a Marta y saludarla. Y ver a Tati saludarme a lo lejos, desde la esquina, con sus amigos.
Tengo ganas de entrar en Alejandro Báncora 322, dejar la bicicleta tirada, y ver a mi mamá cantando “Hola Susana” y oler a pastel de papas y preguntar “má, ¿qué hay para comer?”. Tengo ganas también de ver a través de la ventana de la cocina, a Alicia, Pilar y Gerónimo, cenando.
Tengo ganas de subir las escaleras corriendo, dejar las cosas de la escuela, y mirar por la ventana y ver las Tres Marías en el cielo. Y oler a pasto.
Tengo ganas de bañarme y después, con el pelo mojado, sentarme a cenar con Elvira, Adrián y Facundo. Y ver a Valentín en su silla, morfar zapallo pisado desesperado, hambriento.
Tengo ganas de tirarme en el sillón blanco, y ver televisión con la panza llena, y empezar a sentir sueño. Tengo ganas de pelearme un ratito con Facundo, y después amigarme.

Tengo ganas de irme a la cama, y, algunas horas más tarde escuchar el titiriri titiriri del despertador barato de la esquina. Y bajar las escaleras somnolienta y hacerme un café de filtro en la cafetera blanca y comer tostadas caseras con mermelada, y ver La vida Moderna de Roco, y agarrar la bicicleta, y volver a empezar.

Tengo ganas de Chivilcoy, de familia, de rutina, de hogar.

jueves, 5 de enero de 2012

Hogar, curry y Lunguis a lo loco

Bangladesh
Falda masculina
Lungui / sarong

Hoy hace 3 noches que finiquité relación con los hostales. Ahora comparto piso con una amable familia de Bangladesh, en el barrio de Caning Town, y huelo a curry todo el día. Debo de ser una de las pocas blancas en Londres que huele a curry. Procuro tener ropa que sólo uso cuando estoy adentro (cosa difícil cuando se vive con unas 5-6 mudas), procuro también tener siempre la puerta de mi dormitorio cerrada, y procuro hacerme la solidaria con la religión, y andar con un pañuelo en la cabeza cuando estoy dentro (esto es mentira la mayoría de las veces).
Me han dicho que suelo ser buena para encontrar buenas oportunidades... y empiezo a creérmelo, porque single room, cama de 2 plazas, buena zona, linda casa, muy barato... es un gran chollo.
La verdad es que estoy felizmente sorprendida de mi capacidad de adaptación.
Hoy es mi día libre y me toca dedicarlo a las tareas hogareñas: no tengo comida ni ropa limpia. Hoy por la mañana me levanté sobre las 11, deseosa de unos ricos mates. En la cocina estuve charlando con uno de los chicos con los que comparto piso. Se llama de una forma muy extraña que me veo incapaz de recordar. Es nuestro segundo encuentro, y la segunda vez que le pregunto su nombre. Algo así como Sharubro, o... no se. Le dije que lo sentía, que seguramente en un futuro cercano iba a tener pedir que me lo repitiera. Tiene unos 37 años, y parece de unos 25, máximo. “Gracias Tamara, muchas gracias”, me dijo ilusionado. Él puede recordar fácilmente mi nombre porque dice que en su país, muchas mujeres se llaman así, “con muchas A”.
Usa un pulóver estampado a lo hippie, con el típico lungui -falda masculina bangladesí-, pero a cuadros (una mezcla fascinante). Aunque se ve que para andar por casa, en lugar de esta falda, se ponen como una tela (más bien sábana) enroscada en la cadera. Mi primera hipótesis (y me la juego al decirla) fue que así como ellas se “esconden” con al vestimenta, ellos debían también disimular su cuerpo, y por eso usaban una falda por encima del pantalón. Sin embargo, tuve que refutarla, al ver que habitualmente colocan su mano en su órgano reproductor para “calzar” la tela entre las piernas, básicamente marcando paquete. Desde entonces, no entiendo nada y dejo de crear hipótesis. 
Está haciendo un máster de un año, por lo que al terminarlo tiene pensado volver a Bangladesh, ya que lo están esperando en su trabajo. Debe de tener mucha plata porque además de que Londres es caro para estudiar y vivir, él no trabaja. En Dhaka tiene a su esposa, que no pudo acompañarlo en su viaje, porque trabaja. Él siempre soñó con venir a Londres o viajar a EEUU. Ahora su sueño, dice, se hizo realidad. Me estuvo hablando de la política de Cristina en Argentina, a lo que mis ojos se abrieron enormemente ante sorpresa de tal calibre. Me contó que los pendejos en Bangladesh aman el fútbol argentino por encima de cualquiera, que las banderas argentinas flamean en los balcones cuando juega nuestra selección, y que sueñan con conocer a Maradona, con parecerse a él, o con por lo menos, verlo jugar. Dice que es un país muy grande que le encantaría conocer. Recientemente estuvo viajando por Asia: Vietnam, Emiratos Árabes Unidos, Malasia, Tailandia... Y lo envidié bastante.
Mientras esto sucedía, a mí se me terminaba el agua, él me enseñaba a cocinar el arroz con curry como lo hacen en Bangladesh, y yo me iba impregnando de olores extraños. Al final me tuve que ir a hacer cosas, nos desencontramos, y ahora no se cómo terminar el arroz con curry.
Suficiente por hoy, acabo de encontrar una cantidad de fotos interesantísimas en internet, que voy a mirar.