lunes, 19 de diciembre de 2011

Un sueño


Hoy por la mañana, soñé que alguien me preguntaba:
_ pero realmente, ¿cuál es tu sueño?
Yo dudé un poco. Sentía que lo tenía en la punta de la lengua. Pero estaba confusa. Las ideas corrían velozmente por mi cabeza y no sabía muy bien cómo traducir en palabras lo que sentía. Al final, pude decir serenamente:
_ mi sueño, en realidad, es muy simple....
Y entonces me di cuenta: mi sueño es vivir.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Despertares

Asomo la nariz por encima del edredón, y puedo sentir el frío de las 9am. Levanto la mirada hacia la ventana empañada, y los coches se suceden sobre un asfalto mojado. Las aves urbanas, despistadas, buscan afligidas su espacio y su comida. En el balcón, las plantitas se congelan en el deseo perenne de que vuelva la primavera.
Y yo no quiero salir de la cama. Todavía no.
Mis ojos se vuelven a cerrar y vuelvo a soñar. Sueño que entro a una casa abandonada. Aunque desconocida en la realidad, se trata de mi hogar. Yo sólo puedo ver a C. Buika que se tambalea y come débilmente restos de comida esparcidos por el suelo. Y en medio del silencio del abandono y la soledad, escucho a Felipe ladrar emocionado, corriendo hacia mí para recibirme.
El despertador vuelve a golpear mis oídos y me asusto.
Desesperada, busco a mi alrededor algo que no se exactamente qué es. ¿Dónde estoy?
Me detengo, y observo: los coches siguen sucediéndose sobre el asfalto aún mojado; las aves están cansadas y siguen hambrientas; las plantitas, asediadas por un aire helado, permanecen en la espera de algunos rayos de sol.
Y yo, en medio de una ficticia realidad, sigo soñando...
aunque esta vez, despierta.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Buenas Ondas

Hoy es 26 y empiezo a trabajar en un restaurante italiano. Comparto sala con 3 amables camareras (*1) (dos de las cuales muy poco de inglés) y don Vito, el encargado. En la cocina hay 3 chicos medio oscuritos, que creo que también son italianos (*2). Dos días antes había hecho otra prueba para un Round Table, en Leicester Square, una zona llena de teatros londinenses y de encanto. Hoy me llamaron y me dijeron que me querían. Me crearon un dilema de alto calibre, porque soy incapaz de aferrarme a lo bueno de algo, sin echar de menos lo bueno de lo que voy a dejar. Me es imposible. Dicen que la madurez se mide por la capacidad de decisión de una persona. Esto quiere decir que capaz soy bastante inmadura, lo que no me cierra mucho... muy inmadura no debo de ser para, a mis 23 años haber vivido 14 años en Argentina, 4 en Palma de Mallorca con mi familia, 5 en Madrid sola, haberme licenciado, haber mantenido una relación de casi 4 años con un chico de 33 años y nunca haber tenido ninguna relación sexual y /o sentimental con alguien menor o igual a mi edad (lo que intuyo que quiere decir que la gente de mi edad no me llena). Creo que simplemente no soy capaz de decidirme porque las dos oportunidades son buenas. O igual de buenas me parecen en estas circunstancias de escacés monetaria (porque en realidad las dos son bastante malas). Creo que me voy a lanzar por los italianos, ya que, aunque intuyo no practicaré mucho el inglés, me siento muy cómoda, confiada, linda, competente, y por qué no, capaz que salgo hablando también italiano. Me encantaría, asique lo voy a intentar. Tengo todo el resto del día para hablar inglés (*3).
Hay muchos castellano-parlantes en esta parte del mundo, y me aterra verme envuelta en una inercia castellana, e irme de Londres sin haber perfeccionado el idioma. Bueno, ser consciente es el primer paso, asique intentaré hablar castellano, inglés e italiano. Todo a la vez. Pero sobre todo inglés. Tengo todo el día para ello, ya que entro a trabajar las 6pm y salgo a las 12pm. Por qué no decirlo, me pagan 5 la hora, lo que es 200 a la semana (hay días que trabajo también por la mañana), más o menos, más tips, que suelen ser 70 libras más a la semana, cuando la mayoría de los días, nuestras preciosas caras están de buen humor. Esto es igual a que vivo tranquilamente. Pago cama y comida, transporte se verá, ocio se verá, ropa se verá. Todavía no necesito. Lo que si voy a ir a ver, en cuanto cobre, es We Will Rock You. Ya que de manera contraria, nunca me lo perdonaré, como amante de Queen.
Londres es hermoso. Los y las londinenses son hermosos/as (y no solo los nativos/as, sino toda la gente de Londres). Te miran a los ojos cuando vas por la vereda... y te sonríen. Y aunque parezca un caos, y todos seamos como pequeñas hormigas corriendo desesperadas bajo las gotas de lluvia, todo funciona bajo una perfecta burocracia. Sin fallos. Si te ven con un mapa en mano, “Are you lost?” y se paran inmediatamente a ayudarte. La verdad es que gusto mucho a la gente de acá (¿me confundirán con una inglesa más?). Sobretodo a los varones... Asombrosamente para mí, a 9 días de haber llegado, a varios piropos y sonrisas por día, un chico me paró por la calle para decirme que estaba muy buena. La verdad es que no lo entendí a la primera, pero sí lo entendí a la segunda, cuando, después de sonreirle, y decirle avergonzada que no le entendía, me hizo una especie de señas aludiendo directamente a mis pechos. Quedé un poco perpleja, pero no pude evitar reírme. No sonreír, sino reírme. Huí. Tuve que huír, porque me puse muy roja. Y un poco después, cuando esperaba el autobús, con Stevie Wonder en los oídos, pude ver cómo 6 chicos desde una camioneta en marcha, me señalaban y reían. Cuando me percaté, señalaron mis pantis amarillos y botas de lluvia, e hicieron aquello que la gente hace para decir: “OK”/”Qué bueno”/”Nice”/etc. Se fueron rápidamente riendo, dejándome en la parada del autobús con gran sonrisa de incredulidad. Y un poco más tarde aún, un hombre, después de sonreírme, me paró, y me dijo que quería decirme algo. “Tus media amarillas me hicieron sonreír, y sólo quería decirte que es genial; todo el mundo debería llevar medias amarillas”. Es imposible no explotar de emoción cuando a uno le suceden estas cosas...
A juzgar por tantas sonrisas, hojas de otoño, lluvia y frío y a veces sol, por los piropos y las miradas encontradas, tengo que decir que Londres me encanta, y que quiero permanecer... hasta que esto ya no sea lo que es, o lo que parece ser.
De momento sigo acá.

Correcciones 6 días después
(*1) sólo a ratos y a días.
(*2) Solamente el head chef es italiano . El segundo chef, es portugués. Habla un portugués mezclado con italiano y con inglés. Creo que recién hoy, 6 días después, comienzo a entender lo que dice. Uno de los chicos que lava los platos es argelino. El otro ni idea, porque todavía no logro comunicarme verbalmente con él. Es blanco-ruso, y creo que hace poco que está acá, porque no habla nunca.
(*3) al final muy poco de inglés en el trabajo. Don Vito cree que puedo aprender italiano en 2 semanas. A ver si lo consigo.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Primeras impresiones

Llegué al aeropuerto de Stansted el 14 de Noviembre a las 15:15pm, con 200 libras, y algo de inglés, una maleta de ruedas y un bolso de mano con todas esas cosas frágiles y que en caso de pérdida/rotura me pueden llegar a provocar una de las mayores depresiones de mi vida (Canon y ordenador). 
Seguí a las flechas y a la gente, pasé control de pasaportes, recogí mi maleta, y me fui a buscar transporte económico hasta el hostal. No tenía apuntada ni la parada de metro más cercana: desastre. Encontré un autobús hasta el centro, por 9 libras. La chica rubia (son todas rubias) a la que le compré el ticket me dijo: "sube la rampa, gira a la izquierda, después a la derecha, volvé hacia atrás, para delante, marcate un paso, cruzá dos calles y media y vas a ver la parada. Son las 15:45 y a las 16 sale el autobús”. “Buenísmo!” pensé, empezamos bien. Asombrosamente, encontré un autobús pequeñito, con un alemán kilométrico que hablaba la mitad de inglés que yo. Me cargó la maleta atrás y me subí. Llegamos a Baker Street una hora más tarde y una hora más denoche. Era absolutmente de noche y las 5 de la tarde. Me bajé, y empecé a caminar. Llovía. Caminé unos 20 minutos (que fueron 30 porque me tuve que parar alguna vez para saber dónde estaba y a dónde iba) y llegué. Estaba muy feliz. Londres ya me gustaba a causa y a pesar de todo, y la primera impresión es decisiva.
La primera noche fue muy tranquila. Creo que la única, hasta ahora. Compartía dormitorio con 10 chicas, en un hostal de Camden Town, llamado Clink261. Después me enteré de que existe también el Clink78, a dos calles, que es más acogedor.
Una chica rubia de unos 25 años me atendió. Creo que fue la única londinense (de pura raza) que conocí, hasta ahora. Tenía puesta una camisa a cuadros violeta y rosa, con una corbata a lunares negra y blanca, y el bolsillo de la camisa era amarillo. Le pregunté “en caso de necesitar más noches...?”; “Puedes decirlo aquí en la recepción que no habrá ningún problema”. Me quedé feliz, y me dio una tarjeta (intuí que era la llave para abrir tanto habitación como puerta principal) y un papelito que ponía "14A". Intuí también que se trataba del número de habitación y de mi cama. Después me di cuenta de que tuve que intuir porque la rubia no tenía ganas de explicarme nada. Todo esto me llevó a que intuí varias cosas, pero me quedé en la “A”. Yo llegué y me metí en la cama que más acogedora me pareció. Precisamente, no fue la mío, sino la B. “Eso me pasa por intuír”, pensé, cuando la china de la B llegó al hostal cuando yo ya estaba felizmente metida en su cama. De todas formas, la china fue muy amable y dijo “no pasa nada, quédate”. Bueno, yo hubiera hecho lo mismo en su lugar, si hubiera visto a una chica da la que no sabría especificar nacionalidad -sí sabría decir que no es ni asiática ni africana-, veinteañera, usando una camiseta blanca con una margarita, los pelos mojados, y cagada de frío, metida en mi cama, a las 12 de la noche.
Finalmente, esas supuestas 10 compañeras no existían, sólo había 3. Yo llegué un lunes, lo que, una vez más, me llevó a intuir que seguramente hasta el jueves, las habitaciones suelen estar menos concurridas. Dos de esas 3 chicas eran de Bristol, venían a un encuentro en la Universidad y se quedaban una noche. Tenían un acento asqueroso. Quizás solamente fue que una de ellas me pareció algo asquerosa, y por ende el acento me pareció asqueroso. Muy majas, en realidad, me invitaron a salir con ellas, a patear la ciudad. Yo estaba absolutamente impedida física y mentalmente, así que dije que no, que gracias.
Tenía reserva en ese hostal por 3 noches. En mi segundo día, viendo cómo iba a todo, pensé seriamente en reservar más noches. Bajé a la rubia y le expliqué. “No tenemos cama”, me dijo pacíficamente. Y yo me quise suicidar cruelmente. “Eso me pasa por creerle”. Eso me pasa por creer a la gente, y ¡confiar en la palabra de los recepcionistas! Casi al borde de asesinarla a ella antes que a mí, me dijo que tenían sitio en el otro Clink (he aquí cuando me entero de que existe otro Clink), pero que tenía que ir personalmente con mi ID (pasaporte, DNI...). Fui, velozmente, desesperada, aterrada con pasar una noche a la deriva en una bonita pero perfectamente fría y lluviosa ciudad. Reservé 2 noches más en tal hostal. Y aterrada por que me volviera a ver en el mismo apuro 2 días después, reservé 3 noches en otro hostal cercano, y otras 4 noches en el Clink 261. Tenía margen... y menos dinero.
Conocí a un chico israelí de 24 años que toca la guitarra como un maestro y tiene una voz hermosa tanto en bajos como en agudos. Canta The Beatles y Stevie Wonder, y ya con eso me compró para siempre. Además es un amante de Queen. No voy a contar nada más de su vida porque no procede. Conocí a unos cuantos españoles y españolas, de los cuales algunos no quiero ni saber sus nombres y es por eso que no se los pregunté. Conocí a un grupo de australianos que intuyo que están de vacaciones de esas que se llaman “permanentes”, porque no hacen otra cosa que romper las pelotas, drogarse agresivamente, e intentar tener alguna relación, preferentemente sexual, con cualquier cosa que se mueva, preferentemente hembra humana.
Cuando me empezaba a sentir cómoda en el Clink 261, me mudé al 78. El recepcionista tenía mucha barba y mucho pelo, lo que me llevó a pensar que si se afeitara y/o se cortara el pelo, no lo reconocería. Era italiano, y al leer Tenaglia en mi pasaporte, dice “OH! ¿Sabes lo que significa?” (en italiano);“Soy italiana pero no hablo italiano...” (en inglés) le dije. Entonces me lo repitió en inglés, le dije que sí, que era una tenaza, que jaja, que jiji. Cuando supo que era rrgentina me pidió desesperadamente un mate en un castellano con acento argentino, con lo que una vez más, alguien en Londres me volvió a comprar. Le dije que encantada, pero nunca más lo volví a ver (o capaz lo vi afeitado y no lo reconocí). Desde entonces, sigo tomando mate sola.
Esas dos noches las compartí con unas 7 chicas, de diferentes nacionalidades. Casi todas de vacaciones, con un par de años menos que yo. Dolida por una mala noche, la cabeza al borde de la explosión y un día agotador, me fui a la cama a las 9.30 de la noche. Decisión errónea en un hostal, porque la gente a esa hora entra y sale, se lava los dientes... e incluso alguna tiene la genial idea de ducharse y querer secarse el pelo dentro del dormitorio, en velocidad 2 (de esa muy ruidosa). Inmediatamente escuché sonido tal, me incorporé en la cama, supongo que con expresión agresivamente indescriptible, porque la chica la intuyó, se giró, me miró, se asombró, lo apagó y me pidió inmediatamente perdón, desenchufó el secador y se marchó.
Después de dos noches femeninas en el Clink78, me tocaron 3 noches en el Journey's, en un habitación mixta, de 18 personas (horror!). Al entrar en el Hostal, me encontré con un amable recepcionista español. Amable porque al ver mi cara de espanto ante las 18 personas hombres, mujeres y algo más, me cambió sin coste adicional a una habitación femenina de 12 chicas. Este chico es de Barcelona, estudió Filología en Italia, y se vino a Londres a estudiar Filosofía (tomá!), donde lleva 2 años.
Después de estas 3 noches femeninas, me tocó volver al Clink261. Lo ansiaba, porque es donde conozco a la mayoría de la gente. Pero me tocó en habitación mixta de 18 personas, lo que implicaba alto riesgo de compartir dormitorio con los amados y queridos (por todos) australianos. Efectivamente... así fue. Yo estaba media enferma, me había pateado la ciudad, y al otro día tenía una entrevista de trabajo. Me fui a la cama a las 11. Pero no pude dormirme hasta las 4. Los australianos estaba drogados.. muy drogados. Ellos no me dejaron dormir hasta las 2 aproximadamente (ni a mi ni a nadie). Yo no me veía capaz de decir nada, pero el negro kilométrico de al lado de mi cama, sí. Estaba con su mujer. Pidió 3 veces que se callaran, y ante la impotencia, les dijo más o menos esto: “si no te callás, te cuelgo. Todos los días lo mismo, vos y tus amiguitos”. Y les repetía, ante las interrupciones “te cuelgo”, a uno de ellos. Los australianos estaban demasiado drogados, y el respeto era algo desconocido en sus mundos, algo que nosotros, los veteranos del Clink261, sabíamos. Los autralianos y autralianas la siguieron, y al negro le colmaron el vaso. Se lavantó de la cama, en el dormitorio a oscuras, agarró del pié a uno y le dijo que se calle la puta boca que estaba harto. Y la liaron. Los australianos y el negro. Salieron, entraron, se empujaron, la chica se reía, y el recepcionista se metía. Tardó todo en calmarse, asique tardé yo también en dormirme. Dormí 4 horas, de mala gana, y furiosa.
Al otro día se me ocurrió analizar tal situación. La vida en el hostal es divertida si así lo veo, pero, en realidad, puede ser muy peligrosa. Dejando de lado que llevan desapareciendo ordenadores y cosas de valor, que incluso permanecen bajo llave, comparto dormitorio con unos cuantos personajes, de esos que perfectamente encajan en una película, como mínimo, de terror. Entre ellos, una pareja de negros que duermen juntos y que, intuyo, pagan solamente una cama; un chino bastante desquiciado que no se cambia de ropa, toca la guitarra, deambula por los pasillos con un cuaderno y hace entrenamientos extraños en el dormitorio; un francés que no hace más que dormir y comer; un italiano ligón que me guiña el ojo cada vez que me mira, lo que me ha llevado a pensar que su intención de ligar con todas, derivó en un tic severo; con una francesa que quiere entablar relación con todas las personas con las que se cruza; con los ya nombrados australianos (4 de ellos: una chica que se ríe escandalosamente de todo, un drogadicto irrespetuoso, un rastas bastante simpático, pero que se deja llevar por la estupidez de sus amigos y el guaperas que me invitó a ir al baño con él y que, cuando le pregunté a qué se dedicaba, me dijo expresamente que era un pervertido). Y con el resto de gente que es la esporádica, es decir, la que viene de vacaciones y huye espantada.
Más adelante me gustaría hablarles expresamente del chino y de un londinense, porque se merecen un apartado para ellos. Ambos con el mismo nivel de rareza mental, pero muy diferentes a la vez. Sus vidas son una incógnita para mí... y no puedo dejar de imaginar qué piensan y qué es lo que hacen.
Hasta la próxima!