miércoles, 16 de mayo de 2012

Rebeca


Tengo una nueva inquilina. Desde hoy se llama Rebeca. Tiene ocho patas. O quizás solo seis, y las otras dos sean manos. En realidad a mi me parece que son manos. Es marrón, levemente peluda, y valiente. Se asusta poco, y las pocas veces que se ve en peligro, se queda quieta para no llamar la atención. Ella piensa que me engaña, pero no. La verdad es que no me gusta este tipo de insecto, pero simplemente existe, como existo yo. Quizás yo a ella no le guste tampoco, pero tiene que acostumbrarse a que yo existo. Pensé en invitarla a salir de mi habitación, pero se la ve muy feliz. Y yo tampoco me veo capaz de decidir sobre la vida de otro ser. Si ella es feliz, ¿quién soy yo para echarla? Ni siquiera la propietaria de este refugio. En cuyo caso tampoco tendría el derecho moral de hacerlo. Lo cierto es que nos respetamos mutuamente, y ya con eso, tiene su estancia ganada. Lo único que temo, es hacerle daño sin querer. Porque se esconde en sitios que yo cotidianamente uso, como por ejemplo, entre los pliegues de la cortina que subo y que bajo, por la mañana y por la noche respectivamente. Yo no sabría pedirle perdón, porque creo que todavía no nos entendemos muy bien. Entonces temo que si se enfada, decida venir por las noches a mi cama, a intentar hacerme daño. No lo conseguiría, porque es muy pequeña. Pero el hecho de que por las noches camine sobre mí, mientras duermo, no me hace gracia ninguna. Porque hasta la actualidad, sólo soy capaz de compartir cama con algunos (muy pocos) seres de mi misma especie. Al fin y al cabo, superando estos casos hipotéticos, y aunque quizás sólo de momento, creo que Rebeca es feliz, y por tanto no tengo de qué preocuparme.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario