miércoles, 7 de diciembre de 2011

Despertares

Asomo la nariz por encima del edredón, y puedo sentir el frío de las 9am. Levanto la mirada hacia la ventana empañada, y los coches se suceden sobre un asfalto mojado. Las aves urbanas, despistadas, buscan afligidas su espacio y su comida. En el balcón, las plantitas se congelan en el deseo perenne de que vuelva la primavera.
Y yo no quiero salir de la cama. Todavía no.
Mis ojos se vuelven a cerrar y vuelvo a soñar. Sueño que entro a una casa abandonada. Aunque desconocida en la realidad, se trata de mi hogar. Yo sólo puedo ver a C. Buika que se tambalea y come débilmente restos de comida esparcidos por el suelo. Y en medio del silencio del abandono y la soledad, escucho a Felipe ladrar emocionado, corriendo hacia mí para recibirme.
El despertador vuelve a golpear mis oídos y me asusto.
Desesperada, busco a mi alrededor algo que no se exactamente qué es. ¿Dónde estoy?
Me detengo, y observo: los coches siguen sucediéndose sobre el asfalto aún mojado; las aves están cansadas y siguen hambrientas; las plantitas, asediadas por un aire helado, permanecen en la espera de algunos rayos de sol.
Y yo, en medio de una ficticia realidad, sigo soñando...
aunque esta vez, despierta.

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